martes, 26 de enero de 2010

El territorio de San Juan Tepeuxila una comunidad originaria (india) cuicateca (Iñ bakuu), un laboratorio para el despojo a los pueblos originarios.

  • AL CONGRESO AUTÓNOMO CUICATECO.
    A LAS INSTANCIAS DE DERECHOS HUMANOS, NACIONALES E INTERNACIONALES.
    A LOS ORGANISMOS SOCIALES, NACIONALES E INTERNACIONALES.
    A LAS PERSONALIDADES Y ACADEMICOS CONCIENTES, CONSECUENTES Y SOLIDARIOS CON LOS PROBLEMAS INDIGENAS.
    A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN CONSECUENTES Y SOLIDARIOS.
    A TODOS ELLOS.

    Enero 25 de 2010

    Las comunidades del pueblo originario (indio)[1] (Iñ bakuu)[2] cuicateco, tenemos una presencia datada por los estudiosos de nuestra cultura, antropólogos y arqueólogos, entre los años 200 a. de n. e. y 200 d. de c. Nuestro territorio está en la parte norte del estado de Oaxaca, pertenece al distrito de Cuicatlán, aproximadamente se enmarca en las coordenadas en una poligonal rectangular como sigue: en el noroeste: 18° Lat. Norte; 18° 36’en el noreste; en el sur; suroeste, 97° 3’ Long. Oeste, al este, 97° 26’ Long. Oeste.

    La orografía territorial de los cuicatecos puede describirse a partir de las siguientes características: cuenta con dos partes bajas denominadas cañadas, la Cañada Chica y la Cañada propiamente dicha. La Cañada Chica es una planicie reducida situada en una altura aproximada de 650 a 700 msnm, irrigada por el Río de las Vueltas que se origina en las faldas de la Sierra Monte Flor que colinda con el Valle de Oaxaca, jurídicamente este territorio pertenece a Etla, Oaxaca. La Cañada[3], por su parte, es prácticamente un cañón, con una altura entre 500 y 600 msnm formada por tierras aluviales irrigada por el Río Grande que se origina tanto en las montañas de la Sierra Norte de Oaxaca conocida como sierra Juárez, como en la misma sierra que pertenece al distrito de Cuicatlán; ambas cañadas, tienen un clima subtropical. El Río de las Vueltas ya en La Cañada se une al Grande, éste circula hacia el norte a lo largo del cañón, se une con el Río Salado que fluye hacia el sur desde la mixteca y el valle de Tehuacán aumentando así su caudal a la altura donde se ubica el pueblo de Quiotepec. El Río Grande unido al Salado circula en medio de un desfiladero soberbio dividiendo la sierra cuicateca con la sierra mazateca, ambas pertenecientes a la Sierra Madre Oriental y finalmente forman el Río Papaloapan, el cual vierte sus aguas en el Golfo de México. Por las condiciones geográficas que se generan, idéntico a las tierras tropicales, se pueden encontrar plantas propias de estos climas.

    Un componente geográfico del territorio cuicateco, los conforma la parte montañosa, que tiene elevaciones que se desplantan del Río Grande hasta llegar a tener una altura (no comprobada) de 3780[4] msnm; por las conformaciones orográficas del territorio, así como por la afluencia e influencia de los vientos húmedos provenientes del Golfo de México, esta parte del territorio cuicateco, tiene una diversidad de microclimas que la hacen una zona bastante rica en biodiversidad.

    La presencia de nuestros ancestros, desde entonces ha dejado huellas materiales de los Iñ bakuu o vestigios arqueológicos, así como huellas pictográficas, las que están dispersas por todo nuestro territorio, de tal manera que en la parte de La Cañada Chica, se encuentran, según registros del INEGI: Exotlan (cueva funeraria), Zoquiapan Viejo; Temaxtláhuac, Cuicatlán, Quiotepec, Llano Perdido y La Coyotera; también están las pinturas en uno de los farallones de Cuicatlán. En la parte alta que comprende una parte de la Zona montañosa, se encuentran dispersas una cantidad de ruinas reconocidas por el INEGI las siguientes: Coyollan, Coyollapan, Ahuacatitlán, Teczistepec, Tlecuasco-Etlatongo, Papalotipac, Xacayoltepc y Tutepetongo. También existen vestigios de construcciones de considerable extensión que no están consideradas en los mapas, en las siguientes comunidades: Santos Reyes Pápalo, Coapan de Guerrero, Santa María Pápalo, San Andrés Pápalo, San Juan Teponaxtla, San Sebastián Tlacolula, San Juan Tepeuxila y Cacalotepec, San Francisco Santa María Tlalixtac, San Andrés Teotilalpan, Teutila, Chapulapa y otras. Hay pinturas rupestres en una cueva de San Andrés Teotilalpan y otra en San Juan Teponaxtla.

    En nuestro transitar por la historia, como pueblo-nación, hemos tenido nuestra propia lengua; los documentos conocidos como Códices: Fernández Leal y Porfirio Díaz, documentan parte de nuestra historia.

    En nuestra ya larga presencia en este territorio, hemos aprendido a convivir entre comunidades humanas y con toda la biodiversidad que es propia del lugar; no hay evidencias de haber considerado enemigos a ninguna especie vegetal ni animal.

    En nuestro territorio, se pueden encontrar diversas especies que en otros lugares se han considerado en peligro de extinción como lo son: el venado, la guacamaya, la iguana verde, la nutria, el puma, el coyote, otros; sin embargo, aquí siguen presentes y nuestras comunidades no las han perseguido ni tratado de exterminar.

    En el caso de la comunidad de San Juan Tepeuxila, siempre han estado presentes las especies arriba mencionadas y han sido parte de nuestra cotidianidad; sin una distribución específica del territorio, nuestros ancianos siempre les dejaron libre algunos espacios en donde han vivido y reproducido desde que se tiene memoria. Sin embargo, cuando alguna especie como el coyote o el puma han representado una amenaza para la vida de nuestros animales domésticos e incluso de las personas, la comunidad ha buscado la forma de eliminarlos, como sucedió en el año de 1968, cuando un par de pumas, hembra y macho se alojaron en un barranco en el lugar denominado “el aurelillo” y se convirtieron en el azote de los vecinos de la comunidad ya que por las noches bajaban a los lugares donde los comuneros tenían a sus caballos, mulas, burros y toros para devorarlos, así sucedió con un par de mulas de don “chano” Contreras, que en una sola noche fueron devoradas las dos. De ahí que el pueblo empezó a buscar la manera de eliminar a dichos pumas, algunas noches le pusieron veneno a la carne de los animales muertos, para envenenar a los pumas, pero estos muy inteligentes no comían esa carne sino que volvían a matar un nuevo animal, así pasaron varios días hasta que por fin los representantes comunales de aquel entonces organizaron un tequio para matar a los pumas.

    De la misma manera en nuestra memoria colectiva, está presente que cuando hubo la necesidad de eliminar un coyote, por la amenaza que representaba para nuestras aves de corral; quien lograba eliminarlo, tenía la venia del pueblo para recorrerlo, y quien consideraba necesario darle una recompensa, lo hacía en especie, con un huevo de gallina, una mazorca, un litro[5] de maíz o de frijol, alguna fruta, incluso alguna moneda para reponer la munición gastada; así también se hacía con un águila o gavilán si ya era un azote para la comunidad. Aún con esa forma de recompensar a quien cazaba a esos animales, esto no se convirtió en una manera de vida de quienes han tenido y tienen alguna arma.

    Al ser una comunidad de campesinos, en los campos de cultivo, a diferencia de los lugares donde las extensiones de tierras de cultivo son inmensas; existen especies dañinas como son: la zorra, el cacomiztle (zorra colapinta), el mapache, el tejón, la ardilla, el cacalote o cuervo, incluso el venado y las guacamayas. Para evitar que afecten nuestra cosecha, hemos utilizado diversas formas de combatirlas, entre ellas, comprado armas de bajo calibre para garantizar que no se conviertan en una plaga; a pesar de que varios ciudadanos tienen armas, no se ha generalizado ni la violencia, ni la caza furtiva, ni se han incrementado los delitos, puesto que somos una población pacífica. Así, caminando el tiempo, hemos logrado sobrevivir tanto humanos como animales, sin afectar en grado extremo la mutua existencia.

    Por las características del relieve del suelo, nos es imposible tener nuestros cultivos en lugares planos, donde el acceso sea con vehículos de ruedas, tan es así, que el primer vehículo de motor que ingresó en nuestra comunidad, fue en el año de 1989. En consecuencia, nuestros medios de transporte para poder trasladar a nuestro hogar o al lugar de venta de los productos del campo, como son: frijol, maíz, chilacayota, calabaza; frutas como: granada, manzana, durazno, membrillo, pera; hortalizas como: jitomate, tomate, calabaza, chile, otros; para todo ello, nuestros valiosos animales son: el burro, la mula y el caballo; salvo los lugares donde pueden entrar los vehículos automotores, que son muy escasos, nosotros dependemos de nuestros animales de carga.

    Al ser un territorio donde el cultivo del maíz y del frijol -productos de consumo básico para nosotros-, sólo es en el temporal, puesto que no hay infraestructura para riego; nuestros animales los ocupamos en ciertas épocas del año, por lo que nos vemos en la necesidad de utilizar una gran parte de nuestro territorio como agostadero, es decir, en ciertas épocas del año, ocupamos a nuestros animales y en otras, los soltamos para que pasten libremente; también los dejamos libremente para que se reproduzcan de manera natural, ya que no existe la costumbre de la inseminación artificial.

    Se insiste que por las características del relieve, tampoco es posible utilizar maquinaria agrícola para preparar las tierras de cultivo y menos para las labores de cultivo, de tal manera que nuestros campos sólo pueden ser labrados con animales de tracción; en nuestra comunidad y en las circunvecinas, el campesino depende de la yunta y alguno de la mula o el caballo; y otra vez, como los terrenos de cultivo son de temporal, hay ciertas épocas del año en que existe la necesidad de utilizar nuestro territorio comunal como agostadero para poder mantener a nuestros animales. De la misma manera, para su reproducción, los dejamos libres en nuestro territorio.

    A pesar de ser comunal, una gran parte de nuestro territorio, está reconocido como un terreno de x o y familia; es decir, que dado el prolongado tiempo de estar utilizando un terreno como campo de cultivo, este ha pasado por generaciones bajo el dominio de esa familia, de tal manera que en cualquier momento puede labrar la tierra y cultivarla; al interior de la comunidad, existen ciertas prácticas de usos y costumbres ya añejas, que permiten seguir manteniendo dicha organización territorial. En vista de lo anterior, no puede utilizarse cualquier terreno para agostadero.

    En cuanto a la madera, a pesar de nuestra presencia milenaria en este territorio y utilizarla como combustible, no hemos deteriorado el equilibrio ecológico, nuestros abuelos nos enseñaron a respetar los árboles y toda la vegetación que hay en nuestro entorno. Tampoco hemos utilizado nuestros bosques para explotarlos, sólo con la presencia de una plaga, de la que CONAFOR tiene la información, nos hemos visto en la necesidad de talar los árboles afectados, de otra manera, nuestro bosque estaría en condiciones óptimas.

    Debido a nuestra ascendencia como pueblo originario, seguimos practicando los usos y costumbres, cuando hay un suceso de importancia para la comunidad, acudimos a las instancias que nos representan, tales como: Presidencia municipal o Comisariado de Bienes Comunales. También nuestra máxima autoridad es la Junta o Asamblea Comunal, donde se decide lo que más conviene a los comuneros.

    No obstante todo lo anterior, en los últimos años, se han tenido algunos cambios por diversas razones, una de ellas, la presencia de las instancias federales que sutilmente, bajo la égida de ciertos programas gubernamentales están incidiendo en la modificación y alteración de nuestras prácticas de vida comunalitaria, las que afectan gravemente nuestras actividades cotidianas dentro de nuestro territorio.

    Esto es notorio, específicamente en las siguientes acciones gubernamentales:

    Se ha venido aplicando un desarme a los comuneros, con el pueril argumento de que se aplica la ley de armas de fuego, quitándole las armas a los campesinos aún cuando estos se están trasladando a su campo de cultivo o a algún territorio comunal.
    Se está limitando parte del territorio para agostadero, con la falacia de que se están afectando los pinos sembrados en la zona de reforestación.
    Se está limitando el área de donde se podrá cortar leña, imponiendo restricciones arbitrarias, sin consenso y aprobación de los comuneros, argumentando que es una disposición de las instancias federales.

    El colofón que corona esta actitud de intervención en las prácticas de vida comunitaria de la comunidad de Tepeuxila, Kuu Kaan, es lo que se relata a continuación.

    Como se anotó arriba, que una parte de nuestro territorio es utilizado como agostadero, la zona cálida llamada ñaa inuu (tierra caliente), donde los comuneros han cultivado, frijol, maíz, árboles frutales y desde cientos de años han tenido y tienen su ganado bovino, equino y asnar para su crecimiento y reproducción; en los últimos cuatro años, se ha venido notando la disminución de la población de estos animales, y sólo se encuentran pedazos de piel, cornamenta, pezuñas, cascos, orejas, y otras huellas de su anterior existencia; estas son evidencias de que han sido alimento de algún felino; los vecinos que ya saben de la presencia de los pumas en su territorio, al que llaman ñañ’kuá’a (felino colorado), han identificado su huellas en territorios de cultivo y agostadero; es decir, los pumas han invadido un territorio que sólo era para las actividades humanas hasta hace unos cuatro o cinco años. Según los reportes de quienes han perdido su ganado, se tiene una contabilidad de aproximadamente entre 70 y 90 cabezas; dado el impacto en la economía y actividades productivas de la comunidad de Tepeuxila, desde el año 2007 se planteó en una asamblea comunal que era necesario buscar la manera de evitar que los pumas abundaran, se le informó a la SEMARNAT, de lo dañino que estaba siendo este felino, a lo que la SEMARNAT respondió que cuando hubiera una afectación, se le avisara y acudiría inmediatamente a atraparlo; cuando sucedió la afectación, el Comisariado de Bienes Comunales informó a la instancia mencionada y nunca hubo respuesta. El daño seguía, por lo que los vecinos de la comunidad, en una Junta Comunal, decidieron dar caza a los pumas en determinada parte de nuestro territorio, durante dos días los buscaron pero no pudieron hallarlos; en tanto SEMARNAT no se presentaba; la muerte de animales siguió y sigue.

    Fue el día 10 de enero de 2010, cuando un vecino de la comunidad, Valeriano Vásquez Quintana -en una actividad propia de los campesinos, el de buscar sus animales para cerciorarse que están vivos y en su comedero-, se encontró con el felino a quien dio muerte en defensa propia, ya que cuando los perros lo encontraron en su “hechadero” iniciaron la gresca de donde salieron muertos dos perros, además Valeriano iba acompañado por sus hijos pequeños y ante el temor de ser agredidos, dio muerte al puma; como todo comunero, Valeriano al regresar a la comunidad, dio aviso a la instancia que correspondía, es decir: al Comisariado de Bienes Comunales. El hecho llegó a la PROFEPA, la que se trasladó inmediatamente a la comunidad, y en una falta absoluta de respeto a las personas, se introdujo en el domicilio del comunero mencionado, decomisó pieles de ardilla y otras especies, la piel y carne del puma, desconociendo todo derecho humano, amenazó a la familia que de no presentarse el Sr. Valeriano, se haría acreedor a cierta sanción y cuando su esposa preguntó: ¿qué hubiera pasado si mi esposo hubiera sido agredido por el puma?, de manera prepotente uno de los representantes de PROFEPA respondió que la instancia pagaría por la muerte de su esposo.

    Ante la situación mencionada y dada la política institucional que se está aplicando a nuestra comunidad, consideramos que: La comunidad de Tepeuxila está siendo utilizada como laboratorio de experimentación, para ver hasta qué punto un pueblo originario puede responder y/o ser manipulado con programas de supuesto apoyo, despojándolo gradualmente de su territorio.

Ante ello declaramos:

Que somos un pueblo originario con una historia y prácticas de vida que ya trasciende los dos milenios.

Que durante nuestra presencia en este nuestro territorio, no hemos causado ninguna alteración de carácter ecológico de nuestro entorno.

Que hemos sabido delimitar nuestro territorio y hemos respetado la vida silvestre, siempre y cuando no nos afecte en nuestra supervivencia y vida cotidiana.

Que sabemos manejar el bosque y utilizar los recursos naturales para garantizar nuestra sobrevivencia.

Que nuestro territorio nos pertenece por herencia milenaria, y no aceptamos imposiciones de instancias federales para que regule su uso y su usufructo.

Que no permitiremos un acto de autoridad arbitrario como es el decomiso de armas que se viene aplicando con los vecinos de la comunidad.

Que la vida humana es primero, ante la invasión de nuestro espacio por especies nocivas.

Que defenderemos nuestro derecho a la vida en contra de la imposición de criterios arbitrarios y autoritarios de la SEMARNAT y PROFEPA.

Que no permitiremos que afecten a un ciudadano de nuestra comunidad, cuando sólo dio cuenta de lo hallado en nuestro territorio.

Que como pueblo originario, nos apegamos al convenio 169 de la OIT, mismo que fue adoptado el 27 de junio de 1989 por nuestro país y refrendado por el Senado el 11 de julio de 1990.

Que asumimos lo que se plantea en la Declaración Sobre los Derechos de las Poblaciones Indígenas, sobre nuestra autonomía como pueblos y derecho buscar nuestra autodeterminación.

Por la defensa de nuestro territorio y cultura iñ bakuu.

“El oficio de un pueblo es crear, y la fuerza está en los que crean.”
CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REGIÓN CUICATECA.

[1] Al considerar que el término indio se debe a la confusión de Cristóbal Colón en su llegada a este continente y confundirlo con Las Indias y consecuentemente nombrar a sus pobladores como indios; los descendientes de los primeros pueblos de América, no nos sentimos identificados con ese nombre y consideramos más adecuado nombrarnos como pueblos originarios, y en adelante, así se hará.
[2] En adelante, se sustituirá el nombre cuicateco por iñ bakuu, debido a que nuestras comunidades, al autonombrarse, los hacen como iñ bakuu.
[3] En adelante, al enunciar La Cañada, se hará en referencia a la parte baja que está irrigada por el Río Grande.
[4] La elevación a la que se refiere Gómez Sandoval en Superficie y fondo de la vida social oaxaqueña, es conocida tanto en dvacuu (Yic’nguaa), como en español: El Cerro Amarillo; esta elevación, al recibir una afluencia de los vientos húmedos que vienen del golfo y el aire caliente que sube de La Cañada, tiene una particular vegetación, los árboles están cubiertos en el tallo, de una planta epífita (musgo) de color verde amarillo a lo que debe su nombre. Fernando Gómez Sandoval. Instituto Oaxaqueño de las Culturas. Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. P. 61

[5] Medida convencional utilizada en la sierra de los iñ bakuu

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