lunes, 8 de febrero de 2010

Daños ecológicos y económicos en México.

De la Jornada. 6 y 8 de febrero de 2010.

México SA

Juego del peloteo ante protestas ciudadanas

Carlos Fernández-Vega


Como ya es tradición en este México lindo y querido, a la velocidad del rayo se practica el juego del peloteo cuando la ciudadanía protesta por decisiones federales que afectan a estados o municipios. Si los habitantes de una comunidad que se verá afectada por negocios privados promovidos por el gobierno nacional”, y no tiene de otra más que recurrir a la que supuestamente es la “autoridad” que la representa, entonces de ésta sólo escuchan la frase mágica del “¿y yo por qué?”.

Lo anterior resume la actitud de las “autoridades” federales y estatales en el caso de la mina Paredones Amarillos, en Baja California Sur, que ha movilizado a la sociedad de la entidad para rechazar que la empresa canadiense Vista Gold inicie la explotación, en plena Biosfera Sierra de la Laguna, de la concesión otorgada por la Secretaría de Economía y supuestamente avalada por la de Medio Ambiente y Recursos Naturales (ambas dependencias del gobierno federal), por mucho que su anuencia ponga en peligro a los habitantes de la zona.

Presto a jugar a la pelotita, el gobernador de Baja California Sur, Narciso Agúndez, “atendió” así el reclamo ciudadano en contra de Vista Gold y su pretensión de explotar la mina Paredones Amarillos: “que quede claro que no es responsabilidad nuestra, sino de la Semarnat; es responsabilidad de ella, y no del gobierno del estado, la autorización del proyecto, toda vez que la dependencia federal la que otorga esos permisos”. En síntesis, “¿y yo por qué?”, cuando está obligado a defender la causa ciudadana y encabezar decididamente un movimiento en contra de la pretensión destructora y contaminante del negocio privado de los canadienses promovido y avalado por el gobierno calderonista. Pero con el citado “que quede claro”, el supuesto perredista pintó su raya: si la ciudadanía sabe contar, pues que no cuente con él, y que si sabe protestar que lo haga donde quiera, menos en el palacio de gobierno de La Paz. La experiencia de la minera San Xavier, en San Luis Potosí, es clave para entender el juego del peloteo: el ex gobernador panista de la entidad, Marcelo de los Santos, siempre le echó la culpa al gobierno federal, mientras le servía la mesa al capital privado y lo defendía a capa y espada de la protesta ciudadana, mientras la Secretaría de Economía y la Semarnat fingieron demencia ante las irregularidades e ilegalidades de la empresa privada a quienes otorgaron las concesiones y se pasaron por el arco del triunfo a la ciudadanía.

En vía de mientras, lo que queda claro es que las autorizaciones mineras otorgadas al capital extranjero por el gobierno federal han crecido como la espuma: de acuerdo con cifras oficiales, de las 21 empresas foráneas dedicadas a estos menesteres y registradas en 1990, el inventario creció a 875 en junio de 2009, un avance superior a 4 mil por ciento. Tanto ha crecido, que el número (y las concesiones) de consorcios extranjeros en proyectos mineros está muy cerca de igualar al de empresas mexicanas (mil 90, al cierre del primer semestre del año pasado). Entre las empresas nacionales y extranjeras se reparten un pastel minero distribuido en 25 millones de hectáreas concesionadas.

Y en este contexto, mientras el gobierno mexicano pasivamente acepta la cancelación de visas canadienses a los mexicanos, los consorcios privados de allá barrenan el territorio de acá. Un reporte de la Secretaría de Economía, fechado en 2002, da cuenta de que en ese año se registraron 74 consorcios extranjeros operando 143 “proyectos” mineros (algunos de ellos en asociación con empresas mexicanas, como Peñoles, de Alberto Bailleres) en 24 estados de la República, aunque la mayoría de ellos localizados en Chihuahua (32 proyectos), Sonora (31), Durango (19), Zacatecas (13) y Sinaloa (12). Del total de empresas extranjeras, 52 de Canadá, 15 de Estados Unidos, tres de Australia, tres de Japón y uno de India. Alrededor de 90 por ciento de esos proyectos se relacionaban con polimetálicos y de este grupo más de la mitad correspondieron a oro y plata. El 10 por ciento restante a minerales de germanio, yeso, platino, paladio, sal, cobalto, amazonita, wulfenita, legandrita, ágata, wollastonita, molibdeno y tungsteno.
Para 2007, la misma Secretaría de Economía reportó 468 “proyectos” mineros concesionados a empresas extranjeras con el fin de barrenar a la República mexicana; de ese total, 78 por ciento se entregaron a consorcios canadienses y el de ellos grueso fijó sus ojos en la explotación de minas de oro. Un par de años después, hasta junio de 2009, dicho número se elevó a 875, para explotar minas con metal áureo la mayoría.

A lo largo de los años, muchos de las concesiones mineras –para capital nacional o extranjero– otorgadas por el gobierno federal han sido rechazados por la ciudadanía, al constatar el peligro implícito para la población de la zona involucrada. Prácticamente ninguna queja ha sido atendida por el “centro”, menos por los gobiernos estatales y no se diga por los municipales. La población está a expensas de lo que decida una supuesta “autoridad” que sólo atienda las exigencias del gran capital.

El caso de Minera San Xavier es una verdadera vergüenza para los gobiernos federal y estatal (ambos panistas, coincidentemente, aunque los tricolores y los de amarillo y negro no cantan mal las rancheras), pero no aprenden: sordos, ciegos y mudos a los reclamos ciudadanos, insisten en repetir el agravio, pero ahora en Baja California Sur. Con gobiernos así, los mexicanos para qué quieren enemigos.

Las rebanadas del pastel

De la lectoría sobre el tema: “más allá de las cuestiones ecológicas, que son tal vez las de mayor importancia dada la irreversibilidad, me interesa los términos de esas concesiones, que se otorgan a cambio de migajas y tortillas duras. Una vez que la minera Vista Gold haya extraído todo ese oro, ¿legalmente a quién pertenece el oro? ¿A la minera? ¿Pueden insertarlo en el mercado libremente? De ser así, no sólo se permiten sus actividades a cambio de migajas, sino que, me parece, se viola la Constitución, pues ¿no acaso los minerales son propiedad de la nación? Si es como lo supongo, entonces el daño al país es triple: ecológico, económico y legal. Ecológico, porque arruinan el ecosistema; económico, porque para el país no es negocio por ningún lado; legal, porque se viola la Constitución. Y tal vez añadiría que también hay un daño moral, pues al permitir que vengan empresas a explotar y hacer uso de nuestros recursos es como suponer que somos tan incompetentes como para no ser capaces de hacerlo por nosotros mismos” (José Guevara, pepemig29@hotmail.com).

México, paraíso para consorcios mineros
Cabilderos de la oligarquía
Daños ecológicos, deforestación, contaminación de cuencas y más


Allá por septiembre del año pasado, en plena negociación del paquete económico 2009, a un senador tricolor, en nombre propio y en el de varios de sus compañeros de bancada, se le ocurrió proponer una iniciativa con proyecto de decreto para modificar diversos artículos legales y así obligar a las grandes empresas mineras (autóctonas y foráneas) que explotan esa riqueza, supuestamente propiedad de la nación, a enterar al fisco cantidades suculentamente mayores a las que hasta ahora aportan, si así se le puede llamar, dada la voluminosa riqueza que obtienen. Concretamente, promovía el cobro de un derecho por 4 por ciento sobre el valor de los bienes sujetos a extracción, “cuantificado en el lugar donde se dan estas actividades, independientemente del domicilio fiscal de las empresas o particulares, titulares de la concesión o asignación minera correspondiente”.

Uno de los elementos que sustentaron tal iniciativa resulta tan simple como aberrante: por obra y gracia del gobierno federal, no sin la santa mano del Legislativo, los beneficiarios de concesiones y asignaciones mineras en México deben pagar semestralmente, por cada hectárea o fracción concesionada o asignada, el derecho sobre minería de acuerdo con una tarifa de cuotas, las cuales son verdaderamente ridículas, pues en 2009 se fijaron entre 5 (la mínima) y 101 pesos (la máxima) por hectárea, de acuerdo con los años de vigencia de la concesión, independientemente del valor y el volumen del mineral obtenido.

¿Qué sucedió? Ante tal pretensión, más rápida que la inundación en El Arenal la oligarquía minera que opera en el país soltó a sus “cabilderos” –entre ellos la propia Secretaría de Economía– para que tal iniciativa no pasara de ser un mal chiste y fuera a parar directamente al bote de la basura, lo que, dicho sea de paso, sucedió. De hecho, en la Ley de Ingresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2010 se lee: “regalías provenientes de fondos y explotaciones mineras: 0.0 pesos”, y para el mismo año las citadas cuotas aprobadas se “incrementaron” a 5.08 (la mínima) y 111.27 pesos (la máxima).

Como en tantos otros renglones de la actividad económica, México se ha convertido en un paraíso para los consorcios mineros, los que no solamente gozan del privilegio de la consolidación fiscal, sino que el que otorga las concesiones –el gobierno federal– les acomoda unas cuotas verdaderamente insignificantes, mientras a la población le carga la mano y le cobra crecientes impuestos, amén de que le inventa cualquier cantidad de ellos.

De acuerdo con información de la Cámara Minera de México, en Argentina se aplica un impuesto de 3 por ciento a la extracción minera; en Brasil la tasa varía según el mineral de que se trate, pero va de 2 a 3 por ciento; en Chile de 0.5 a 5 por ciento y en Perú de 1 a 3 por ciento. ¿En México? Cero por ciento; sólo la simbólica cuota fija por hectárea. Y por lo que toca a regalías mineras, la base para el reparto es así: Argentina, sobre valor boca mina; Brasil, ingreso neto; Chile, sobre renta gravable con ciertas adiciones y deducciones; Perú, ingresos menos algunos costos de tratamiento. ¿En México? Sencillo: cuota por hectárea y consolidación fiscal (en Canadá no se permite, de allí que el mayor número de empresas extranjeras barrenando el país sean de esa nacionalidad, porque aquí sí).

De la citada iniciativa se retoman los siguientes elementos que sirven de contexto: “la explotación minera en el país ha dejado a su paso daños ecológicos de importancia, en virtud de las tecnologías que se usan y usaron a través de los tiempos, teniendo como ejemplo la deforestación, la contaminación de cuencas hidrológicas por los desechos mineros, así como empobrecimiento y mala salud de los habitantes de dichos lugares. Los principales productos de la minería son bienes del subsuelo, cuya propiedad original corresponde la nación como establece el artículo 27 de la Constitución.

“Sin embargo, el pueblo de México no recibe por estos bienes ningún beneficio económico directo. De ahí que analizando el valor de los minerales consideramos que siendo estos bienes sujetos a riqueza agregada es menester darles un valor, que deberá ser la base para el establecimiento de un derecho. Los ingresos obtenidos deberán asignarse a los tres órdenes de gobierno para ejercerlos bajo su responsabilidad en programas de desarrollo regional sustentable”. Desde 1955 se derogó la Ley del Impuesto y Fomento a la Minería, que sustituyó a la Ley de Impuestos y Derecho relativa a la minería de 1934.

A la fecha sólo subsisten las cuotas referidas, que “son simbólicas y no representan un monto importante en la recaudación federal; la base para este derecho (número de hectáreas concesionadas) es una aberración económica, ya que debería ser fijado de acuerdo con el volumen o cantidad de mineral extraído, el cual nada tiene que ver con el número de hectáreas concesionadas o asignadas al particular; el texto vigente no considera a los minerales producidos en función a su valor de comercialización, sino solamente a la superficie del terreno sobre el cual se otorga una concesión o asignación correspondiente”.

La actividad minera equivale a 1.6 por ciento del PIB, pero estados, municipios y Distrito Federal reciben una cantidad mínima. “Con el 4 por ciento se facilitaría el cálculo por tratarse de una tasa única, aplicable a todas las sustancias y minerales sujetos a la ley de referencia, y de paso se cumpliría con el principio constitucional de generalidad al dar trato igual a todos los sujetos afectos al gravamen”. Entonces, ¿dónde quedó la iniciativa?

Las rebanadas del pastel

En una misma zona geográfica, ¿qué marca la diferencia entre “un desastre natural” y “una emergencia”, es decir entre la terrible inundación en los municipios conurbados del estado de México y la correspondiente en el norte del Distrito Federal? Un burócrata con militancia partidista en la Secretaría de Gobernación… En esto de la mina Paredones Amarillos en Baja California Sur, el pasado sábado un indignado lector, que firma como Cuitláhuac Miravalle, cual niño héroe brincó a la palestra envuelto en la bandera del gobernador Agúndez para defenderlo y reclamar a este tecleador que el mandatario “ya dijo” que votará en contra del proyecto, cuando es obvio que de lengua los políticos se comen el perol completo. ¿Sirve de algo que “vote” en contra, cuando él mismo pretexta que es una decisión de la Semarnat? Propaganda barata que comparte y promueve el nostálgico cuan misterioso reclamante. No se trata de “decir”, sino de hacer, movilizar, encabezar –por ser el gobernador quien tiene las herramientas legales para hacerlo– la protesta ciudadana e impedir el ecocidio en la reserva de la biosfera Sierra de la Laguna. Que “ya dijo”. ¿Y? Así es: los legisladores tricolores también “dijeron” y ya ven.

viernes, 5 de febrero de 2010

El pastel minero del país, entre pocas famiglias.

México SA

Concesiones mineras en áreas naturales protegidas

Carlos Fernández-Vega

Con la complacencia gubernamental, los empresarios canadienses han sentado sus reales en México desde que a algún virtuoso tecnócrata se le ocurrió la brillante idea de concesionar” las minas propiedad de la nación al capital privado autóctono y extranjero. Como en las historias de la mafia avecindada en Nueva York, el pastel minero mexicano se ha repartido entre un pequeño grupo de famiglias, que se respetarán entre sí mientras no intenten quedarse con rebanadas “ajenas”. Así, en México coexisten el zar del cobre (Germán Larrea), el zar de la plata (Alberto Bailleres) y otros zares de diversos metales, dejando para los empresarios canadienses el imperio del oro. Y eso no es historia.
Se conocen las mañas de Larrea y Bailleres, ambos chicos Forbes, pero los canadienses no cantan mal las rancheras. El más reciente conflicto, que no el último (recuérdese la también canadiense Minera San Xavier, en San Luis Potosí), se registra en Baja California Sur, en donde el gobierno federal (el gran facilitador de negocios privados con bienes públicos) tuvo a bien otorgar siete concesiones mineras –para la explotación de oro– a la canadiense Vista Gold Corporation (avecindada en Colorado, Estados Unidos), las que el propio consorcio suma a las obtenidas para hacer lo mismo, pero en Guadalupe de los Reyes Sinaloa. No es novedad, desde luego, porque el gerente de Los Pinos (en sus últimas cinco presentaciones con igual número de caretas) por unas cuantas monedas ha vendido, vende, lo que no es suyo.
A ese gobierno, pues, se le ocurrió la brillante idea de otorgar concesiones mineras (hasta 2039) en áreas naturales protegidas, para lo cual, según Vista Gold Corporation, está a punto de autorizar el cambio de uso de suelo de zona protegida a simples hectáreas (alrededor de 400) para la explotación de oro en un proyecto minero denominado Paredones Amarillos, ubicado en la Biósfera Sierra de la Laguna (no de Vizcaíno, como ayer se anotó en este espacio). De acuerdo con la información del consorcio, una vez en producción espera obtener un promedio estimado de 143 mil onzas de oro anuales, durante los primeros cinco años, y estima 1.2 millones de onzas durante la vida útil de las minas, estimada de 9.3 años. “El gerente general de la minera, Carlos Calderón Díaz de León, quien dijo se cuenta con todos los estudios de impacto ambiental (aunque no informó que se realizaron 12 años atrás, el 3 de marzo de 1997, cuando otra compañía poseía las concesiones) y permisos para operar por parte del gobierno federal, salvo el de cambio de suelo forestal a minero, que esperan le sea otorgado por la Semarnat en los próximos días” (El Financiero).
Eso dice la empresa, pero los habitantes de la zona y los grupos ecologistas lo ven desde otra óptica: el área donde el consorcio canadiense se dispone a construir la mina Paredones Amarillos se encuentra muy cerca de la localidad de Valle Perdido y a unos 13 kilómetros de El Rosario. El terreno se encuentra a un costado del arroyo llamado La Junta, que más adelante cambia de nombre a La Muela. Los predios donde se encuentra la mina llevan los nombres de Jesús María y El Encantado, de presunta propiedad nacional. Vista Gold, en sus comunicaciones con accionistas establece el primer trimestre de 2010 para comenzar a construir la mina y los primeros meses de 2011 para iniciar la producción de oro.
En 2002 Vista Gold compró a Echo Bay el proyecto de Paredones Amarillos, incluyendo las concesiones mineras y los derechos de explotación minera. La mina proyectada para Paredones Amarillos tendría una vida útil de alrededor de 9.5 años, durante los cuales extraería cerca de 40 toneladas de oro. Como este metal se encuentra en el suelo en una proporción cercana a una parte por millón (1.08, para ser exactos), para extraer esas 40 toneladas la empresa tendría que procesar cerca de 40 millones de toneladas de material, separarlo de la montaña, pulverizarlo y rociarlo con una solución a base de cianuro. De hecho, en los informes de la propia empresa se habla de la necesidad de procesar 11 mil toneladas diarias de material.
La minería de oro a cielo abierto es una actividad con altísimos requerimientos de agua. Para ello, la Mina Paredones Amarillos planea obtener la totalidad de su agua de una planta desaladora en Todos Santos y bombearla 45 kilómetros hasta el sitio de la mina. De esta planta obtendría los 3 mil 800 metros cúbicos diarios (casi 1.4 millones de anuales) de agua que requerirá. El sitio que la empresa ha adquirido para la planta desaladora se encuentra en la zona de anidación de la tortuga laud (Dermochelys coriacea).
¿A cambio de qué el gobierno mexicano se ve tan generoso? Pues a cambio de tortillas duras: la empresa canadiense promete 190 millones de dólares de inversión en un plazo de 18 meses (10.5 millones por mes); 40 millones adicionales diez años después; 300 empleos directos y mil indirectos en la próxima década, “con salarios de los mejor remunerados aprovechando el personal de la región en 97 por ciento” (según Vista Gold).
Algo fundamental a considerar en este asunto es que uno de los requisitos legales para el otorgamiento de este tipo de concesiones y la aprobación del proyecto de explotación es que la autoridad –en este caso la Semarnat– está obligada a realizar una consulta ciudadana (entre los potencialmente afectados o beneficiados, según sea el caso), la que no se ha realizado a pesar de las numerosas protestas que se han presentado y las manifestaciones en contra del citado proyecto. Es tal el clamor ciudadano en contra de Paredones Amarillos, que el silencio de los responsables de autorizarlo hace más que obvio que responden a los intereses de la empresa canadiense, Y como dicen los afectados, “un accidente de cianuro que contamine los mantos acuíferos de nuestra zona, tendrá consecuencias no sólo entre nosotros, sino en muchas de las generaciones venideras”.
Así la península de Baja California (de norte a sur) y sus habitantes están a merced de una supuesta autoridad que desoye los reclamos ciudadanos, que privilegia a los depredadores empresariales (los turísticos y los mineros, entre otros) y sus intereses económicos y que, salvo en el discurso, nada hace para erradicar la inseguridad y la violencia.

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